Las terrazas de calcio blancas como el algodón de Pamukkale son tan oníricas que, a primera vista, se diría que se está flotando sobre colinas nevadas y cascadas heladas. No hay mejor forma de contemplar uno de los mayores tesoros de Turquía, protegido por la UNESCO, que desde las alturas en globo aerostático. Tendrá que levantarse mucho antes del amanecer, pero merece la pena. Sobrevuele las brillantes piscinas termales antes de aterrizar para disfrutar de un desayuno bufé después del vuelo.
